Comienza el espectáculo.
Una sonrisa permanente que te hace doler las mejillas. Una conversación infinitamente positiva. Risas forzadas. Es un majestuoso baile de puntillas alrededor de una presencia astuta que acecha en la sombra de tu inconsciente. Esta presencia se esconde detrás de una fachada, tirando de los hilos y arrebatándote el control con sacudidas de miedo, culpa y vergüenza para volver a ponerte en tu sitio. Te sabotea cada vez que te resistes, impulsada por un objetivo oculto: la aceptación.
El fantasma hace lo que sea necesario para conseguir su objetivo, sin importarle el precio. Tus límites. Tu integridad. Tu autoestima. Tus recursos. Todo vale, siempre y cuando la gente te acepte. Un narcisista lo ve y se abalanza sobre ti.
Sientes como si existieras en una frecuencia única e inmutable. La consideración p...