Un narcisista es la prueba definitiva de tu práctica espiritual. Tus deseos pueden quemarte, identificarte demasiado con el narcisista puede incinerarte. Y, como la rana en agua que hierve lentamente, ni siquiera te darás cuenta de lo que está pasando.
La grandiosidad no es exclusiva de los narcisistas. Todos tenemos grandes visiones de un futuro mejor y más brillante. La vida quiere evolucionar, y la grandiosidad es el combustible que nos impulsa hacia ello. Imaginamos la relación perfecta. El hogar ideal. La prosperidad. La conexión. Todas las cosas que hacen que la vida merezca la pena.
También tendemos a sobrevalorar las cosas. El ejemplo clásico es el niño que ve a sus padres como la máxima autoridad, llenos de fuerza y sabiduría infinitas. Ven a sus padres como seres que les aman y les apoyan sin límites; la máxima manifestación de un ser humano.
Esta proyección muere lentamente en una persona sana. La verdad se va revelando poco a poco a medida que el niño crece y se da cuenta de que sus padres tienen límites, heridas y defectos. Sus padres no lo tienen todo resuelto.
Esto también se aplica al mundo en general. Nuestra capacidad de asombro en los primeros años de vida se ve gradualmente desafiada a medida que empezamos a ver la fealdad de las cosas. Nos encontramos con acosadores, enfermedades mentales y personas sin hogar. Algunas personas despiertan poco a poco de su jardín del Edén, otras son arrancadas de él por una experiencia traumática o una infancia traumática.
Sin embargo, persistimos en nuestra esperanza y creencia de que las cosas pueden mejorar. Creemos que, a pesar de todo, la belleza nos espera. Esto es sano y esperable. La vida PUEDE ser hermosa. PODEMOS aprender a ver la belleza en ella.
El error que cometemos es aplicar esa esperanza y creencia a un narcisista. Creer que todo el mundo está ahí por amor y justicia. Que existe una persona perfecta, impecable en su interior y en su exterior, infinitamente curiosa por nosotros, infinitamente amorosa y que nunca nos haría daño ni en un millón de años. Esta fantasía compartida es creada conjuntamente. El narcisista hace todo lo posible por proyectar esta imagen y nosotros hacemos todo lo posible por ayudarle. La pregunta más profunda que puede hacerse una persona objetivo del narcisismo es ¿por qué? ¿Por qué les ayudamos? Aquí es donde comienza la recuperación.
Uno de los pocos resultados positivos del abuso narcisista es que nos acerca a la caída de nuestro Jardín del Edén. Echamos un vistazo al infierno y nos sorprende lo que vemos. Hay más cosas acechando detrás de la fachada de belleza. Poder, odio, rabia, vergüenza, control, manipulación, dolor y pena. ¿Por qué creímos que estas cosas nunca nos pasarían a nosotros? ¿Por qué creímos que esta persona era la persona ideal? Porque aún no habíamos despertado. Adoramos cuando aún no hemos despertado a la verdad.
¿Cuál es la verdad? Que nadie debe ser adorado excepto Dios. Aquellos que no tienen conexión ni creencia en ningún tipo de Dios son más vulnerables a sustituir a Dios por un narcisista. Aquí es donde debe comenzar nuestra práctica espiritual.
Deja ir tu compulsión por adorar a los demás. Ve dentro de ti mismo y busca la verdad. Da la bienvenida a la belleza a tu vida, pero sé siempre consciente de su fealdad. Prepárate para que esta fealdad te visite. Y cuando lo haga, estate listo para enfrentarte a ella. Un narcisista es un zorro. Sé ese zorro. Adora solo a la verdad y nunca, jamás, adores a un narcisista.