La persona límite y el narcisista van juntos como el agua y el río. En primer lugar, el narcisista tiene un núcleo vacío y siempre está buscando suministro narcisista. Esto puede venir en forma de sexo, atención, favores, adulación o simplemente energía.
La persona límite es infantil y rebosa energía. Demasiada. Está tan abrumada por las emociones que busca a personas que le ayuden a regular su estado interior. La persona límite también tiene un pensamiento blanco o negro; es rápida en idolatrar a las personas, pero también en demonizarlas. La persona límite también sabe cómo hacerse la víctima inocente e indefensa, porque sabe que eso le reporta apoyo.
Entra en escena el narcisista, que sueña con ser importante en el mundo. La persona límite le proporciona la solución ideal y prefabricada en una sola persona. La persona límite ha sido utilizada y maltratada por ex amigos y ex amantes. La persona límite es impotente ante su desregulación emocional. Necesita un ancla, una roca que la mantenga a flote en la tormenta salvaje de su caos interno.
Todo esto toca la grandiosidad del narcisista y activa su complejo de salvador. La persona límite también suele ser muy sexual y atractiva, por lo que el narcisista puede sentirse importante y necesario, al tiempo que obtiene sexo regular y el impulso al ego que le da tener una pareja atractiva.
Así, el narcisista y la persona límite se envuelven mutuamente en un mundo de fantasía compartido, alimentado por la ilusión, la grandiosidad y la proyección.
Como todas las fantasías brillantes, la sombra inevitablemente se reafirma. La persona límite oscila entre idealizar al narcisista y demonizarlo. La persona límite juzga al narcisista, señala sus defectos, expresa su decepción, le da el tratamiento silencioso, se aleja y se enfurece con él. Cualquier señal de que el narcisista está siendo distante y reservado, o no se ajusta a la proyección de salvador de la persona límite, y esta castigará al narcisista. Severamente. No hay método en esta locura. La persona límite cambiará como el tiempo, y cada cambio traerá consecuencias dolorosas para el narcisista.
Para ayudar a regular su autoestima, la persona límite también recurre al sexo opuesto. Mantiene a sus ex y a sus amantes potenciales en su órbita, tanto para su autoestima emocional como para utilizarlos como herramientas de celos con las que manipular al narcisista para que se comporte como la persona límite necesita. Este tipo de triangulación desafía gradualmente la grandiosidad del narcisista y le hace cuestionar su autoestima. La persona límite declara que su ex lo hacía mejor o que no le causaba los mismos problemas que el narcisista.
Mediante la triangulación y el ciclo de idealización/devaluación, la persona límite tortura al narcisista hasta el punto de colapsarlo, y este acaba descartándola. A continuación, el narcisista se esconde para recoger los pedazos y restaurar su grandioso yo falso a su antigua gloria.