Una relación narcisista es una gran ficción construida con ideas elevadas y dopamina.
Un narcisista entra en cada relación «drogado» por la grandiosidad, mostrando una confianza y un entusiasmo inquietantes. El narcisista lo consigue idealizando a su persona objetivo, disociándose de su sombra reprimida y compartimentando la realidad de una manera específica: solo se permiten las buenas vibraciones y los conceptos superiores en este espacio alimentado por la grandiosidad.
Deslumbrada por el espectáculo, la persona objetivo baja sus defensas. Se permite disfrutar de ser adulada como perfecta y se deleita en ser el único centro de atención de una persona «increíble». Ser idealizado es embriagador. Al igual que una droga, la experiencia de la idealización abruma gradualmente los sentidos de la persona objetivo, hasta que su realidad es consumida por la fantasía.
A medida que pasan las semanas y los meses, la persona objetivo invierte todas sus emociones, pensamientos, acciones, energía, recursos, esperanzas y ambiciones en la relación, convencida de que es real. Sin embargo, al igual que el subidón inducido por las drogas, se aproxima la inevitable bajada. Cuando llega, la sombra del narcisista sale a la luz y la relación da un giro oscuro y tóxico. ¿Y qué hace alguien cuando se le pasa el efecto de las drogas? Busca más. Sin embargo, cuanto más toma, menos efecto tiene.
Tanto el narcisista como la persona objetivo luchan por resucitar la fantasía, cada vez más desesperados a medida que la relación se convierte en ira, desconfianza, resentimiento y abuso. Cuando llega el final y el narcisista desecha a la persona objetivo, esta se da cuenta de que todo lo que dio a la relación fue en vano. Finalmente, la persona objetivo se da cuenta de la verdad más desgarradora de todas: Invirtió su mente, su cuerpo, su alma y su ser en una ficción.
Bajar de una noche de fiesta llena de drogas es duro. Una versión de lo mismo que dura meses o años resulta calamitosa. El castillo de naipes se derrumba, pero no hay suelo donde caer, solo el abismo. Una parte fundamental de la psique de la persona objetivo se derrumba con él, desestabilizando su equilibrio mental.
Entonces comienza la pesadilla.
Cuando una gran parte de tu vida resulta no ser real, te quedas preguntándote qué es realmente la realidad. Cuando has bajado tus defensas hasta cero y te has quedado indefenso ante una persona tóxica durante largos periodos de tiempo, el trauma se filtra como un veneno que tarda muchos años en disiparse. Cuando alguien te ha reprogramado sistemáticamente tus opiniones y creencias sobre el mundo y sobre ti mismo, te queda un virus en la mente que sigue torturándote mucho después de que la relación haya terminado.
«Devastador» es quedarse corto.