Cómo exorcizar a un narcisista

Cuando por fin se te cae la venda

El hombre es libre en el momento en que desea serlo.

- Voltaire

El mero hecho de que estés leyendo este libro significa que vas por buen camino. Quizás algún acontecimiento concreto hizo estallar la burbuja y, como resultado, algo despertó en ti. No sabías muy bien qué era, pero lo sentiste. Tal vez ocurrió cuando alguien importante en tu vida se excedió y finalmente te dijiste: «Esto no es normal. ¿Por qué estoy tolerando esta mierda?». No tenías muy claro qué era lo «normal», pero entendías que la unión que tenías con esa persona definitivamente no lo era.

A partir de ese momento, probablemente empezaste a darte cuenta de varias cosas sobre tu relación:

  • Es desequilibrada: la otra persona parece tener el control y la última palabra, y tú tienes que esforzarte para estar a su nivel. Sus problemas siempre van primero. Cuando intentas expresarte o hacerte valer, la otra persona encuentra la manera de someterte y volver a centrar la atención en sí misma.
  • Es manipuladora: como si te hubiera lanzado un hechizo, parece que la otra persona tiene una extraña habilidad para manejarte y salirse con la suya. A menudo no quieres que lo haga, pero simplemente ocurre. Cuando intentas influir en ella de alguna manera, te encuentras con tantos obstáculos que acabas rindiéndote.
  • Es invasiva: la otra persona ocupa un lugar permanente en tu mente. No parece haber separación psicológica alguna entre tú y ella, e invade tu espacio emocional sin esfuerzo. Anhelas cierta separación y «aire» psicológico, pero acabas sintiéndote enormemente culpable. Ser un individuo distinto que controla su destino no parece una opción con esa persona en tu vida.
  • Es rígida: la relación no crece ni cambia. Todo se vuelve rutina, un ciclo que se repite, y deseas que hubiera algo más.
  • Es agotadora: andas con pies de plomo alrededor de esa persona. No hay una razón clara. Su presencia te pone tenso, como si no estuvieras a la altura y tuvieras que demostrarle tu valía.
  • Es opresiva: se da por hecho que la otra persona es superior a ti. Cada encuentro te deja una sensación de pequeñez y desesperación.
  • Es vacía: la relación te deja un hueco por dentro. No hay calidez ni alimento emocional; solo una especie de tristeza constante.
  • Es desconcertante: parece que nunca encuentras un terreno firme. Siempre hay algún drama que abordar, o algo que no le gusta a la otra persona y que sientes que tienes que arreglar. Anhelas paz y seguridad, pero se te escapa de las manos.
  • Es absorbente: parece que hay una fuerza invisible que te atrae hacia la otra persona. Aunque logres alejarte, basta un mensaje o una pregunta para que vuelvas a caer en sus redes. Te sientes impotente para resistir esta fuerza emocional que parece cobrar vida propia.

Luego, una cosa lleva a la otra y acabas buscando en Google «trastorno de personalidad narcisista». Lees algunos artículos y te quedas boquiabierto. Una vez que pasa el impacto inicial, sigues investigando. Exploras los foros y te das cuenta de que hay un sinfín de personas que comparten tu experiencia. Aprendes la jerga: hacer luz de gas, idealizar, devaluar, descartar, hoovering, baiting, etc. Unes las piezas y te das cuenta de que muchas de estas tácticas te han sido aplicadas en algún momento. Es como si alguien estuviera contando la historia de tu vida. Te preguntas: ¿Puede ser verdad? ¿Existen realmente personas así?

Profundizas más. Finalmente, te golpea con toda su fuerza. Te das cuenta de que no estás loco; lo que has estado experimentando todo este tiempo es definitivamente real. Las personas así existen. No solo existen en el mundo, sino que existen en tu mundo. No sabes si reír o llorar. Sientes rabia, tristeza y desesperación, y un poco de alivio. Caminas con una sensación de ligereza, pero también con la sensación de haber sido mancillado de alguna manera. Tu mundo está patas arriba.

Empiezas a cuestionar tus instintos más básicos. Te das cuenta de que la dinámica de la relación que considerabas sana es, en realidad, tóxica y tremendamente manipuladora. Empiezas a ver a las personas de otra manera. Observas su comportamiento, incluso el de personas que conoces desde hace años o toda la vida. El panorama no está del todo claro. Sin embargo, lo que está claro es que tienes un problema con los narcisistas, y que apenas estás empezando a abrir los ojos.

Tras el espejo

Lo que quizá no hayas notado es que observar el comportamiento de los demás, aunque es importante, no es suficiente. Quedarte en la superficie solo servirá para que te veas envuelto en un drama tras otro y te mantendrá preguntándote qué es normal y qué es narcisista. Lo fundamental es darse cuenta de que las tácticas a las que te han sometido son solo la punta del iceberg; el problema es mucho más profundo. El núcleo del problema suele ser mucho más difícil de ver.

Además, si crees que basta con marcharte, piénsalo de nuevo: la salida no es un camino real que conduce a una nueva vida y a emocionantes aventuras. Quizás ya lo sospechabas. No es una coincidencia que te encuentres en esta situación. Sigues teniendo las mismas creencias, comportamientos y paradigmas. Puedes alejarte de tu pareja, distanciarte de ciertos miembros de tu familia, elegir un nuevo grupo de amigos o dejar tu trabajo, pero, con el tiempo, acabarás en los brazos de otro narcisista, o volverás con el mismo. Para lograr cambios duraderos, necesitarás una estrategia.

Afila tu espada

Como indica el título, este libro es un manual básico sobre cómo exorcizar a un narcisista. No, no necesitarás un sacerdote ni rituales. Exorcizar a un narcisista comienza por comprender el núcleo del problema, no solo los síntomas. Se trata de ver el núcleo del problema en el narcisista y el núcleo del problema en ti. Se trata de tomar conciencia de lo que te convierte en persona objetivo de los narcisistas. Se trata de cambiar tus paradigmas para que puedas empezar a separarte del problema.

También se trata de obtener nuevos recursos internos que los narcisistas no quieren que desarrolles, principalmente porque estos recursos te hacen menos susceptible a su control. Se trata de desarrollar un nuevo conjunto de creencias. Se trata de educarte a ti mismo y, como resultado, empoderarte. Se trata de desarrollar tu propia identidad autónoma, libre de vergüenza y culpa; una fortaleza a la que nadie podrá acceder sin tu permiso explícito y si no te muestra el debido respeto.

Con el tiempo, tus nuevos recursos y creencias te permitirán saltar al lado soleado y libre de narcisismo de la calle. Así que, en cierto modo, sí, vamos a exorcizar a algunos narcisistas. Más concretamente, vamos a matarlos de hambre quitándoles su suministro narcisista. Y todo empieza por ti.