La redención no es perfección. Los redimidos deben darse cuenta de sus imperfecciones.
- John Piper
En el centro de cada persona se encuentra el yo verdadero. Este yo verdadero es emoción, creatividad, espontaneidad, energía, curiosidad, amor, paz, intuición y, por supuesto, grandeza. No conoce la lógica y no tiene ojos en el mundo; eso se lo deja a la mente pensante. En cambio, el yo verdadero puede sentir el mundo de formas que la mente no puede. La mente tiene la capacidad de aprender, almacenar, procesar y utilizar la información que se le da. El yo verdadero tiene la capacidad de generar nuevos conocimientos de la nada. Donde la mente analiza y compara, el yo verdadero intuitivo y siente, y a través de ese sentimiento, integra el mundo que le rodea en su núcleo. Es una parte muy sensible de nosotros y, sin protección, puede dañarse y verse afectada negativamente de innumerables maneras. Todos hemos visto la maravilla y el vigor de un niño. Es el yo verdadero del niño en plena expresión, antes de que su mente se desarrolle por completo y comience a filtrar sus experiencias.
Estar conectado con tu yo verdadero crea una abundancia de energía e inspiración. Aunque es sensible, también es la parte más poderosa de nosotros. Es nuestra fuerza vital. Cuando se integra, nos da acceso a nuestra humanidad, así como a nuestro poder creativo. Conecta a todos los seres humanos. Aunque la mente puede repetir muchos hechos, el yo verdadero puede empatizar con otra persona y ayudarnos a construir una conexión. Los hechos solo nos llevan hasta cierto punto. Es el poder intuitivo del yo verdadero lo que nos hace eficaces como seres humanos y no...
Pase de por vida.
Solo un cargo único.
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